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Dª LAURA ÁLVAREZ ALONSO, CONCEJALA DE CULTURA,
TURISMO Y FIESTAS DEL AYUNTAMIENTO DE BEMBIBRE
COMUNICA:
Que el miércoles, 9 de septiembre, a las 20:30 h., en el Museo “Alto Bierzo” de Bembibre, tendrá lugar la presentación de la pieza del mes de septiembre Alfarería en Bembibre. Tradición, historia y homenaje a José Castro González, el último alfarero de la villa.
En este mes de septiembre y con motivo de la V Edición de la Feria Internacional de Alfarería “Villa de Bembibre”,1) que se celebra en el transcurso de las tradicionales Fiestas del Cristo, hemos querido dar a conocer la trascendencia histórica y patrimonial de este oficio artesanal, del que se conservan en el Museo “Alto Bierzo” vestigios de época prerromana, romana, medieval…
La documentación alusiva a la Edad Moderna y Contemporánea nos ofrece testimonios de interés sobre varios de esos artesanos asentados en la “Villa del Boeza”, principalmente en “el barrio de la Villavieja y en el de La Fuente”. Al igual que menciones a la tipología de las piezas elaboradas con el “barro de Bembibre”, procedente del paraje de “la tejera del pin pin, en La Dehesa”, como: “barrilas, barreños, barreñones, botijos, cántaros del agua o del mosto, cantarillas, cazuelas, cuencos, jarras, ollas, pucheros, tarteras, vasos…”.
Por el Catastro del Marqués de la Ensenada elaborado en Bembibre, en 1753, sabemos que este oficio era practicado por trece personas. En el siglo XIX su número fue descendiendo, de ahí que en 1835 el censo de alfareros se sitúe en cinco. Algún tiempo después, Pascual Madoz, al publicar entre 1846 y 1850 su célebre Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, reseña que en Bembibre tan solo hay “tres fábricas de alfarería”. Obradores pertenecientes a dos corrientes de alfareros, una foránea, la de los Vivas, procedente de Jiménez de Jamuz, que llega a Bembibre con Diego Vivas y se perpetúa con sus descendientes Cayetano y Tomás; y otras dos locales, adscritas a las familias González y Castro; representadas por Diego González y sus herederos, Juan Antonio y Domingo; y por Antonio Castro y sus descendientes, Nicolás y José.
José Castro González (1866-1942), más conocido por “Pepón el cacharrero” o “Pepón el abuelo”, que se inició en este oficio artesanal de la mano de su padre Nicolás y que al alcanzar los 17 años amasaba el barro con tal destreza “que lo convertía en hermosos objetos de cacharrería”, es “el último alfarero de la Villa”, “el último alfarero de Bembibre”. Cuya biografía y memoria nos legó para la posteridad, Maximino Pascual, al publicar en 1932 la obra: Como se forjó un ideal. Historia viviente del luchador infatigable José Castro González.
Bembibre, 7 de septiembre de 2015
Laura Álvarez Alonso
Concejala de Cultura, Turismo y Fiestas
CASTRO GONZÁLEZ, José. Bembibre (León), 11.X.1866 — 17.11.1942. Alfarero.
José nace en 1866 en el Barrio de la Fuente de Bembibre (León), en una familia de extracción social humilde, donde el trabajo personal y el afán de superación eran los únicos valores que permitían acrisolar un futuro más esperanzador. Sus progenitores fueron Nicolás de Castro González y Dolores González Colinas. El padre, natural de Bembibre, vino al mundo el 5 de mayo de 1830 y era hijo de Antonio de Castro Álvarez y Ángela González Matachana; y pertenecía por línea generacional a una vieja estirpe de hidalgos asentados en la cuenca del Boeza desde el s. XVI. Su principal medio de subsistencia eran las actividades agropecuarias, la caza, la pesca y la alfarería.
El abuelo paterno, Antonio de Castro Álvarez, nació el 8 de noviembre de 1793 y era hijo de José de Castro Ferrero y Teresa Álvarez Alonso. De su enlace el 31 de octubre de 1813 con Ángela González Matachana, hija de Santiago González de Muelas y Ángela Matachana Fernández, nacieron: José, Celedonio, Nicolás, Luis, Leonarda y Teresa. Ambos fallecieron en 1856, Ángela, el 27 de agosto y Antonio, el 1 de octubre.
El bisabuelo paterno, José de Castro Ferrero, vino al mundo el 4 de enero de 1760 y era hijo de Juan de Castro y de María Ferrero, vecinos de Bembibre. Nieto por línea paterna de Juan de Castro y Lucía Rodríguez; y nieto por línea materna de Manuel Ferrero y Josefa Muñoz. José contrajo esponsales en Viloria con Teresa González, hija de Roque González y Teresa Martínez. Y tras su defunción volvió a casarse con Teresa Álvarez Villagra, hija de Manuel Álvarez Villagra y Teresa Alonso.
Retomando la figura de Nicolás de Castro González, decir que este maestro de alfarería solía hacer en su taller “cántaros, barreños, barreñones, barrilas, botijos y otras piezas que vendía en su alfar1) y en las ferias y mercados de Bembibre, Ponferrada, Cacabelos, Villafranca…”. Y que algunos de sus artículos “como el cántaro del agua o el del mosto costaban en 1882, 3 reales y 2 reales y medio, respectivamente”. Además fue quien recuperó la Fiesta de Santa Ana para “el Barrio de la Fuente o de los Cacharreros o Pimenteros”; cuya efigie modelaba en arcilla para la ceremonia. Festividad asociada a los alfareros, que “llegó a ser más adelante la más típica y atrayente de las de verano en el pueblo, a la que siempre concurren la banda municipal y las autoridades locales”.
Nicolás se desposó el 21 de enero de 1854 con Dolores González Colinas, originaria de la villa del Boeza e hija de Santiago González y Ángela Matachana. La muerte de este ceramista se produce el 18 de mayo de 1897, quedando de sus esponsales con Dolores: Teresa, Carolina, José y Francisco.
José Castro González heredaría la habilidad y pericia de su progenitor, convirtiéndose con los años en un consumado alfarero, de ahí que al cumplir los 17 años amasara el barro con tal destreza “que lo convertía en hermosos objetos de cacharrería”. Desde muy joven participa en actividades y funciones relacionadas con la religiosidad, la tradición popular y el folklore de la villa de su nacencia, siendo uno de los componentes del coro parroquial y de “la danza de Bembibre”. Esta ancestral “danza de guerra” se escenificaba en la explanada del santuario del Ecce Homo, en el transcurso de las Fiestas del Cristo y estaba integrada por “diez danzarines, el gracioso, la dama y los embajadores del rey cristiano y el rey moro”. Estos personajes formaban “un corro de diez danzarines con dos palos en la mano cada uno, y a una indicación de la música, se cruzaban los palos, chocándose. A continuación empezaba la polémica de los contendientes. De un lado el embajador del rey cristiano decía al embajador del rey moro, que su rey no quería la guerra y que tuviera a buen recaudo no fomentarla. De otro lado, la dama también intercedía y el gracioso hacía mofa y escarnio del embajador moro, llevando en un palo clavado un erizo, del que se valía también para llevar de las cestas de frutas del mercado alguna manzana o pera, en tono de broma, prosiguiendo seguidamente el baile abierto, con sus correspondientes saltos o zapatetas”. José encarnaba en ella “el papel de embajador, y ya en el se notaba un espíritu inquieto y rebelde, pues hacía el número uno en los saltos y zapatetas…”.
En los años 1886 y 1887 cumple el servicio militar en Valladolid y Segovia. Luego ingresa en la Guardia Civil y es destinado a la provincia de Barcelona, al cuartel de Manresa, desde donde pasa al de Berga, para a continuación tomar al de Manresa y finalmente al de la ciudad de Barcelona.
Tras abandonar el cuerpo en 1891, regresa a Bembibre y comienza a trabajar en su obrador. Allí, pone de manifiesto la fluidez y creatividad de unas manos, que modelan con tanta maestría las piezas, que maravilla a quienes las adquieren “en las ferias y fiestas de Villafranca del Bierzo, los Remedios, las Nieves…”.
Y prosigue con la noble tarea de su padre, de confeccionar en barro la imagen de Santa Ana, a la que vestía con delicadeza y ternura, llamándola “la niña”. A su cargo estaba asimismo la hechura del altar, el cuidado de la Fuente de los Caños y la limpieza de la plazoleta del Barrio de la Fuente. Supervisaba a la par la organización de la programación e incluso elaboraba artículos cerámicos para la ocasión. Así, en 1924, ofreció a “los músicos y autoridades un poco de vino presentado en unas hermosas tacitas de barro hechas artísticamente, que llamaron la atención de los invitados a tal acto”.
Desde el punto de vista político, José Castro González, se inclinó por el ideario republicano, que en Bembibre lidera el longevo galeno, Joaquín Segado Álvarez, “licenciado en Medicina y Cirugía y subdelegado de sanidad del partido de Ponferrada”. Proclamándose en su modesto taller “paladín de una sociedad más justa e igualitaria”, imbuida de los principios de la Revolución Francesa (1789-1799); de las obras y tratados de talante liberal; y de la lectura de diarios y periódicos de contenido progresista. Admiraba, además, la obra del gran novelista valenciano, Vicente Blasco Ibáñez (1868-1928).
Ideas que a la postre le llevaron a dudar de la legitimidad de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), por lo que el ejecutivo bembibrense le apartó “del empleo que tenía de limpiar la fuente de su barrio, que aprovisiona de agua a todo el pueblo y por el que percibía anualmente 50 pesetas”. Ocupación que volvería a asumir tras abandonar aquella corporación la gestión municipal.
Con la caída de la Monarquía restauracionista de Alfonso XIII (1902-1923) y la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931, José, ve cumplido su deseo de cambiar las anquilosadas estructuras sociales del País. Y aunque renuncia a detentar cualquier cargo en el nuevo sistema de gobierno instaurado, la corriente republicana de la villa le nombra “Presidente Honorario del Centro Republicano de Bembibre”.
José Castro González se casó el 2 de junio de 1894 con la joven Aquilina Fernández González, hija de Venancio Fernández Cela y Teresa González Santalla; naciendo de esta unión: Sofia, Francisco, Heliodoro, Dolores, Araceli, Milagros, Candelas, Cesárea, José, Rosario y Mateo. La vida de José se apaga en su Bembibre natal, un 17 de febrero de 1942, a los 72 años de edad; y la de Aquilina en Buenos Aires (Argentina), un 11 de noviembre de 1959, a los 87 años.
Desde entonces la remembranza inmaterial de “Pepón el cacharrero” o “Pepón el abuelo”, apodado “Chisperres”, forma parte de la tradición consuetudinaria que atesora la villa del Boeza; y la memoria escrita del que ha pasado a la posteridad como “el último alfarero de la Villa”, “el último alfarero de Bembibre”, fue recogida en 1932 por Maximino Pascual Alvarez, en su obra: Como se forjó un ideal. Historia viviente del luchador infatigable José Castro González.
Todas las fotografías,
salvo las expresamente indicadas,
son autoría del Museo “Alto Bierzo”.
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